Cuando mi hija tenía dos años y el pediatra me decía que recién cerca de los cuatro ajustaría su sueño, yo me sentía morir. ¡Faltaba una eternidad para poder volver a descansar de corrido! Era una de esas nenas que, aún lactante, se despertaba por aquellos tiempos unas 6 veces por noche y su mamá, soñaba con dormir aunque sea el día de la madre.
La cuarentena llegó y se llevó muchísimas cosas, pero sobre todo se llevó a lo que quedaba de bebé en mi hija. Hoy, a un mes de cumplir 4 les cuento cómo comenzó a dormir de corrido, a bajar el consumo de teta y a adquirir ciertas independencias con las que no soñaba.
El tiempo voló entre esos 2 años de la visita con el pediatra y hoy, y al igual que a ustedes, nos pasó de todo. El encierro nos conectó más como familia y a mi como mujer me dio la pauta de que necesitaba implementar cambios con urgencia porque estaba saturada. Tenía que hacer home-office, enseñarle a mi hija a portarse medianamente bien mientras yo daba clase (básicamente no pintar con temperas toda la casa, aparecer desnuda en cámara o intentar tirarse a la pileta sola como acto de provocación deliberado); tenía que ofrecerle contenido y jugar intentando convertirme en todos esos amiguitos que no podía ver, tenía que limpiar la casa, cocinar todas las comidas y encargarme de mis 4 mascotas y también sostener a mi esposo que es médico y estaba obligado a trabajar. Si yo no dormía, no funcionaba, y mi casa tampoco.
La clave para que mi hija, que hace colecho aún, durmiera de corrido era sacarle la lactancia nocturna. Como la diferencia cognitiva entre los 2 y medio y los 3 es enorme, comencé a hablarle un ratito todos los días sobre por qué no hay que mamar de noche, la teta esta cansada, mamá no tiene más leche, me duele, etc; el consumo bajó sorprendentemente a 2 veces hacia mayo. Por el mes de Junio decidí consultar a mi ginecóloga que al verme tan devastada decidió darme un sintetizador de hormona testosterona en una cantidad ínfima, porque mi análisis hormonal, tras 4 años completos de lactancia a demanda mostraba que la tenía muy baja. Fue la mejor decisión que pude tomar, rápidamente empecé a tener más energía y me bajó la producción de leche, lo que obligó a Ivana a dejar de tomar de noche radicalmente, simplemente porque no había qué consumir. Eso me ayudó a volver a menstruar, algo que también estaba suspendido en el limbo de la maternidad y recuperé un poco mi eje, ¿Cómo? Haciéndome cargo de mi lugar de mujer, consultando con el médico, tomando decisión, ordenándome.
No obstante mi hija aún tenía terrores nocturnos, ya no le daba teta para calmarla, pero hacia agosto, las pesadillas seguían y nuevamente, tenía que tomar cartas sobre el asunto. Como soy cuentista amateur, decidí que era hora de inventarle un hechizo anti-monstruos antes de dormir para que descansara sin sobre-saltos. Básicamente antes de llevarla a la cama hacía como un conjuro mágico, cual Harry Potter que se llevaba a las sombras, fantasmas, pesadillas y monstruos y que después cubría con una capa mágica toda la cama para que ella durmiera toda la noche. ¡Y funcionó! A partir de ese día y con mi convencimiento, mi hija durmió de corrido, desde las 21 hasta las 7.00 am.
Hoy mi hija duerme, toma una sola vez por dia su querida teta, y sabe que en su 4to cumpleaños debe decirle adios definitivamente. Falta un largo camino por andar, debe dejar el colecho, debe adquirir más seguridad para jugar de manera independiente, debe tantas cosas, pero para mi estos cambios fueron radicales y mejoraron mi calidad de vida. Por eso hoy digo, caminen al paso que deban y sientan como familia, y recuerden que pasar tiempo en casa y con quienes amamos nos ayuda a observar y tomar mejores decisiones, de esas decisiones dependemos para seguir criando y mejorando nuestra relación con la maternidad. Este verano seguiremos tomando nuevos caminos, fomentando la independencia de mi hija de modos creativos y sostenibles, que ayudan a descomprimir a la mamá y al niño le dan precisamente eso que necesita, adaptación, anticipación, seguridad y confianza.
Nos leemos!
