Cómo la pandemia sobrecargó nuestra maternidad
Estoy en la cocina intentando terminar una tarta para dejar lista la cena, mi cabeza va a mil, aún hay que bañarse, preparar la mesa, jugar un rato más, leer cuentos y hacer muchos mimos antes de que lleguen esos 40 minutos de gloria en los que leo un libro o converso por fin, con un adulto, que claro, es mi marido, y en vez de hablar conmigo prefiere ver correr a los hombres de barba detrás de la pelota de basketball. ¿Y saben que? Lo entiendo, trabajó todo el día y quiere relajarse. Mis pensamientos son interrumpidos por una catarata de pedidos variados que van desde jugar en la casa de las barbies hasta papas fritas y la búsqueda de algún peluche perdido. Termino la tarta, sí, pero no necesariamente como quiero. No me preocupo, sobreviviremos, no será la del chef, pero se va a poder comer. Ah sí, esperen un minuto, tengo una idea, mejor me baño con Ivy así mato dos pájaros de un tiro…. (mal plan)
Así es la vida después de las 18, ni les cuento antes. Sabemos que la pandemia puso en evidencia la condición desigual de la maternidad, no lo digo como feminista ni manifestante, sino como mujer. Muchas de nosotras tuvimos que hacer renuncios en pos del cuidado del hogar, y sin darnos cuenta nos sumergimos en el mundo doméstico de manera absoluta, sin ser necesariamente peces en el agua. Dejando de lado las cuestiones laborales, la cantidad de mujeres que intentan hacer Home office y luchan contra los molinos de viento, las que están sin ayuda, las que tienen que salir a trabajar igual y el resto, quiero hablar de otras cuestiones que van más allá de las decisiones que todas tuvimos que tomar a causa de la pandemia.
Sí claro, algunas como yo tuvieron que dejar su empleo, porque no había instancias para el cuidado de los chicos, las niñeras no venían por miedo al Covid o porque no podían circular, las escuelas no funcionaban, y en Argentina aún funcionan, y eso fue terrible, nos quedamos sin la posibilidad de salir de casa y en vez de mejorar, muchas cosas empeoraron. Básicamente las mujeres nos diluimos de repente entre el color de las paredes del hogar y pasamos a un lugar de invisibilidad tal que nos genera más desgaste que los mismísimos síntomas del Covid. En mi caso personal perdí absolutamente horas de soledad, no estoy nunca sola, cosas que antes hacía en la individualidad como ir a trabajar, dejaron de existir. Y las otras cosas de la cotidianidad pasaron a ser compartidas con mi hija, con quien estoy pegada, literalmente las 24 horas: a pasear los perros con la niña, porque debe acompañarme, ya no más caminatas de reflexión. A cocinar como se pueda entre dibujos y barbies, porque aún mientras se cocina hay que entretener. A bañarse con la niña, porque el tiempo vuela, olvídense de peinarse o ponerse ropa decente, no hay tiempo para nada. A hablar por teléfono con la niña, que escucha todo y conversa, adiós a la posibilidad de descargo con una buena amiga o una terapeuta. Adiós al tiempo libre, sin actividades extra curriculares, y con la obligación de permanecer en todas porque nadie puede tocar al niño, ya ni podemos liberar nuestra mente de las necesidades de los más pequeños ni un segundo, y como realmente ellos necesitan nosotras seguimos.
Llega la noche y no puedo dormir, estoy destruida pero mi cabeza sigue a mil, anhelo escribir, liberarme un rato, ponerme auriculares y salir a correr en medio de la noche solo para sentirme llena, la luna y yo. No puedo, no sólo por el toque de queda, sino porque si Ivy llora (como hace todas las noches) y me llama tengo que estar, para colmo de males mi esposo no entiende que realmente necesito soledad, esa que nutre, esa que nos pone más lindas. Por un minuto me gustaría escuchar «wonderful world» y que se me caiga una lágrima, una que nadie ve, y que me hace sentir viva. Mi espíritu se está muriendo, me estoy consumiendo, y no quiero, maldita pandemia, maldita desigualdad, yo existo, pero a nadie le importa. No quiero acostumbrarme a esto, la maternidad no debería ser así, amo a mi hija y amo divertirme con ella, pero en mi mundo ideal pienso que ese mundo maravilloso sólo existe si tenemos opciones, y hoy no las tengo.
Y vos, ¿Qué extrañas de tu vida pre pandemia? Escribime! victorialismarino@gmail.com

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