Cómo madres a veces perdemos la paciencia, queremos hacerlo todo y procuramos que nuestros hijos lo tengan todo, pero en el camino perdemos los estribos o nos olvidamos de lo que realmente importa. Hoy, fue uno de esos días, y mi conclusión fue clara: nuestros hijos al igual que nosotros pueden ser muy maduros en algunos aspectos pero eso no implica que lo sean en todo, con lo cual debo acordarme que mi hija, con todas sus luces sigue teniéndo dos y medio, y yo sigo siendo mamá primeriza.
La situación fue así: mi niña tiene mucha habilidad corporal, motriz en general y alega que en el taller de arte donde concurre algunos días de la semana por la tarde, se aburre. Aparentemente se aburre porque ella quiere jugar y no quiere estar sentada en la mesa con los otros niños. Estás no son palabras de la institución sino de mi propia hija. Cómo mamá me rebano los sesos todos los días para hacer que nuestro tiempo juntas cuente, en casa hacemos decenas de actividades y se me ocurrió que para que siga viendo niños y no se aburriera sentada una clase de educación física inicial era lo ideal. Entonces, la lleve, le pregunté y dijo que quería ir – pues no hago nada contra su voluntad aunque se rían y me acusen de naive. Ni bien llegamos al lugar se quiso ir, la clase era hermosa, pocos chicos y de su edad, pero mi hija no le dio ni una oportunidad. Se convirtió de repente en un personaje que yo no conocía, uno tímido, uno asustado, uno negado, algo que no había visto jamás. Sin enojarme, pero con tono firme le dije que nos íbamos antes de que se iniciara un berrinche. El asunto aquí es que yo me quede mal, triste porque ella no le dio la oportunidad al lugar y algo enojada por dentro, pero sobre todo molesta conmigo misma, pues yo había impuesto ese plan. Fue mi error como adulta asumir que mi hija estaba lista para todo, fue mi error no dejarla sentirse como un ser de dos y medio.
Antes de dormir nosotras charlamos siempre, esta vez me toco a mi decirle lo siguiente: «perdóname por haberte llevado hoy, no debería haberte empujado demás», no importa si entendió todo, solo me quedo con su respuesta «te perdono mami». Cuantas veces imponemos sin darnos cuenta agenda, gustos y obligaciones, empujando por demás y obligando a nuestros hijos a ser más de lo que son y a madurar antes de lo que deben? Por eso hoy invito a todas a verlos por lo que son, a dejarlos hacer su propio camino, a entender que son chicos, aún, cuando en nuestros ojos sean inmensos.
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