Y ese fue el día en que Ivana conoció a Jesús…
Todo empezó con la llegada de los figurines del pesebre. Uno por uno fuimos sacando de la bolsitas a los personajes de una historia eterna que esta niña empezaba a conocer a sus casi 2 años. Mamá decidió presentarle después de armar el arbolito a María, José, Melchior, Gaspar, Baltasar… Y llegamos al bebé: ¿Quién es el bebé? Preguntó Ivana en su idioma. «Es Jesús» y lo vamos a esconder hasta el día de Navidad porque aún tiene que nacer. Qué explicación tan trillada ¿No?A partir de ese humilde relato, Ivana pregunta en cada pesebre que encuentra: ¿Donde ta Jesus?, siendo 22 de diciembre, aún no lo hemos visto por ningún lado.
Decidí ayer llevarla a la Iglesia por primera vez. Nos tomamos de la mano y fuimos a visitar «La Casa de Jesús». No habíamos llegado ni a la esquina que ella misma señaló el camino: «Allá, allá, ta Jesús», y efectivamente tenía razón, habíamos llegado.
Decenas de feligreses peregrinaban dentro y fuera de la iglesia adornada de decoraciones navideñas. San Benito de Palermo es una abadía muy suntuosa y realmente bella, una especie de «Castillo de Jesús», como diría Ivana.
Atravesamos el umbral de la puerta e Ivana preguntó: «¿Dónde ta Jesús?», ¿Y que respuesta dar no? Una señora se acercó y le dijo: «Está en todos lados, corazón». Ivy abrió grande los ojos intentando ver más allá de lo que le permitía la altura y fue corriendo hasta el gran pesebre en exhibición, esperando encontrar a ese bebé que ella conoce y que se llama «Jesús». Pero en el pesebre Jesús no estaba, y nuevamente llegó el interrogatorio seguido de frustración: «¿Y Jesús, dónde ta Jesús?», gritaba Ivy en medio de la abadía, mientras la gente miraba a su alrededor intentando entender cómo una pequeña de 1 año y 11 meses quería resolver el enigma que no deja dormir a más de un cristiano. Finalmente la tomé de la mano, y violando todo protocolo eclesiástico subí al altar, me senté en el suelo, la puse a upa y le dije: «Mirá para arriba, ¿Lo ves a Jesús? Ahí está, es ese hombre en la cruz». Ivana se acostó en el suelo para verlo mejor, y después de un rato pensando, contemplando y reflexionando me miró y me dijo: «Jesús, alto, cielo». Y así como así, allí se quedó, como un ángel de navidad que lo entiende todo, mirando a Jesús desde esta tierra sabiendo que allí arriba hay algo más, que nosotros aún no podemos explicar, pero que su corazón ve con claridad.
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